Nacimiento en el Renacimiento: la Venus de Botticelli


        El nacimiento de Venus, todo un icono del arte del Renacimiento. Más información en la misma imagen abajo. Imagen extraída de la web de la Galería. Puedes obtener más información en la web del mismo museo
 
Algunos historiadores del arte coinciden en que la obra que vamos a descubrir hoy, es la punta del iceberg de un concepto llamado belleza renacentista. Y yo os diría que estoy de acuerdo con los historiadores. Así que nada, vamos a ver qué se esconde en esta obra, siguiendo el mismo esquema explicativo que utilizamos en La joven de la perla de Vermeer (cuya entrada la tienes por aquí).

En este caso, vamos a descubrir uno de los grandes iconos de la historia del arte, El nacimiento de Venus, obra del italiano Sandro Botticelli. Este cuadro fue pintado en la Florencia del siglo XV, también conocido como Cuattrocento (la época del mil cuatrocientos en Italia). Es por ello que vamos a situar a Botticelli en su contexto histórico-social, al igual que hicimos con Vermeer.


La ciudad más poderosa de Italia

Sandro Botticelli nació en pleno siglo XV en Florencia, una ciudad situada al norte de Roma (fig. 1). El florecimiento cultural que disfruto la capital toscana no conocía rival en el mil cuatrocientos. A principios de siglo, Italia estaba formada por numerosas ciudades-estado independientes, similares a como lo estuvieron las pequeñas ciudades griegas de la antigüedad. Estos estados competían entre sí por conseguir el mayor número de obras culturales, artistas y personas importantes de toda índole, de forma que se obtuviera la hegemonía social y política de toda la península. De entre todos estos estados modernos, las repúblicas de Florencia, Génova y Venecia eran los más importantes. Y, por encima de todas ellas, la ciudad de Florencia fue la primera en interesarse por el arte clásico grecorromano, un fenómeno de vital importancia para consolidar los valores del humanismo y el desarrollo pleno del Renacimiento.

        Figura 1. Mapa de la ciudad de Florencia en el siglo XV, obra del pintor de miniaturas y grabador italiano Francesco Rosselli (1470). Imagen extraída de la web Google Arts and Culture. Puedes obtener más información en la misma web.

En el plano artístico, Florencia acogía a los mejores y más reputados artistas de la época: el arquitecto Filippo Brunelleschi construyó la famosísima catedral de Santa María de las Flores, también llamada Duomo de Florencia (fig. 2), la cual contiene la cúpula más grande del mundo tras la caída del Imperio romano y la mayor obra de albañilería jamás creada.

        Figura 2. Catedral de Santa María de las Flores, obra de Filippo Brunelleschi (1471). Imagen extraída de la web Descubriendo el arte. Puedes obtener más información en la misma web.

El escultor y orfebre Lorenzo Ghiberti fue el encargado de diseñar las puertas del baptisterio de Florencia (fig. 3).

        Figura 3. Puertas de bronce del baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti (1425-1452). Imagen extraída de la web Masdearte.com. Puedes obtener más información en la misma web.

Otro gran escultor fue Donato di Niccolò, conocido como Donatello, cuya obra más conocida, El David, es una muestra más de la gran calidad técnica de este escultor que contribuyó a empoderar todavía más a una ya poderosa Florencia (fig. 4).

        Figura 4. El David, obra de Donatello (1440), Museo Nacional del Bargello. Imagen extraída de la web Wikipedia. Puedes obtener más información en la misma web.

Estos arquitectos, escultores y orfebres más tarde rivalizaron con los grandes nombres de la pintura universal, algunos de los cuales también pasaron por Florencia: Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael y, por supuesto, Botticelli. Miguel Ángel esculpió su monumental David (fig. 5); Leonardo da Vinci pintó su Anunciación (fig. 6) mientras trabajaba bajo la dirección de Andrea del Verrochio; mientras tanto, Rafael se afanaba en terminar su Virgen del jilguero, una de sus obras más conocidas (fig. 7).

        Figura 5. El David de Miguel Ángel (1501-1504), Galería de la Academia. Imagen extraída de la web La Cámara del Arte. Puedes obtener más información en la misma web.


        Figura 6. La Anunciación, Leonardo da Vinci (1472-1475), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web de la Galería. Puedes obtener más información en la web del mismo museo.


        Figura 7. La Virgen del jilguero, obra de Rafael Sanzio (1506), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web de la Galería. Puedes obtener más información en la web del mismo museo.

Al frente a la élite cultural se encontraba la familia italiana más poderosa de la península, los famosos Médici. Los Médici fueron los gobernantes de Florencia y de toda la región de la Toscana durante varios siglos, desde estos años del Renacimiento hasta el siglo XVIII. Inicialmente fueron banqueros, aunque también se desempeñaron como grandes mecenas de las artes, políticos y figuras de enorme renombre durante los siglos XIV-XV. Gozaban de una gran influencia política, sobre todo su fundador, Cosimo de Médici (fig. 8), quien aumentó las arcas de la familia a través de las redes bancarias y los contactos en la política; también hay que destacar la figura de Lorenzo de Médici (fig. 9), apodado el Magnífico, destacado por su poder político y su mecenazgo artístico y literario. Fue la pieza fundamental para lograr que Florencia se convirtiera en el centro cultural de toda Europa en el siglo XIV.



        Figura 8. Retrato de Cosme ''el Viejo'' de Médici, obra del pintor renacentista Pontormo (1510), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web Wikipedia. Puedes obtener más información en la misma web.


        Figura 9. Retrato de Lorenzo ''el Magnífico'' de Médici, obra del pintor italiano Girolamo Macchietti (1449-1492), colección desconocida. Imagen extraída de la web Wikimedia Commons. Puedes obtener más información en la misma web.


Análisis de la obra
En este panorama político y artístico se sitúan Sandro Botticelli (fig. 10) y su Venus (fig. 11).



        Figura 10. Supuesto autorretrato de Sandro Botticelli en su pintura La adoración de los magos (1470-1475), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web de la Galería. Puedes obtener más información en la web del mismo museo.


        Figura 11. El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli (1485), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web de la Galería. Puedes obtener más información en la web del mismo museo.


Estamos ante un temple sobre lienzo pintado alrededor de 1485. Pertenece al periodo del Renacimiento, concretamente, a la primera fase de este movimiento, desarrollada en Italia y conocida como Quattrocento. Antes del Quattrocento, la tradición artística italiana había iniciado un Renacimiento primitivo conocido como Trecento, es decir, el arte del mil trescientos, caracterizada por una mezcla entre el arte gótico tardío y los cambios introducidos por el nuevo movimiento.

En cuanto al cuadro, observamos una composición triangular formada por las 3 figuras de los lados y la figura central. En primer plano encontramos una mujer sobre una concha en el centro de la escena, tapándose sus partes íntimas. A su derecha hay dos jóvenes suspendidos en el aire, uno de los cuales sopla hacia la protagonista; a su izquierda, una mujer prepara un manto para echarlo sobre los hombros de la protagonista y taparla. En segundo plano, la escena se completa con un paisaje terrestre y marino, ocupando el agua más espacio que la flora terrestre, y esto concuerda con el significado de la obra, que comentaremos más adelante.


El mito de Venus

En primer lugar, es evidente que estamos ante un tema mitológico, sacado de una obra poética llamada Teogonía, del poeta griego Hesíodo. Sin embargo, no vamos a profundizar en estas y otras fuentes literarias sobre el mito o sus personajes (para eso tenéis esta entrada).

El mito en el que se inspira el cuadro es el siguiente: Afrodita, hija de Zeus y de Dione, nació de la espuma del mar, en el que habían caído los testículos del dios Urano, castrado por su hijo Cronos. Botticelli pinta precisamente el momento en que Venus emerge del mar, llegando a la costa sobre una concha. A su derecha, los jóvenes Céfiro y Cloris (fig. 12), que cuentan con su propia historia: Cloris era la diosa griega de los jardines y las flores. El viento frío del norte se llamaba Bóreas, y Bóreas tenía un hermano, Céfiro, el viento del oeste. Ambos hermanos competían por ganar el amor de Cloris. Finalmente, Cloris fue secuestrada por Céfiro, quien la tomó por esposa.

        Figura 12. Céfiro y Cloris en la pintura de Botticelli. Imagen extraída de la web Italian Renaissance.org. Puedes obtener más información en la misma web.


A la izquierda de Venus, la mujer preparada para echar un manto rojo decorado con flores se corresponde con Flora, la Hora de la primavera (fig 13). Las Horas eran las diosas de las estaciones, encargadas de recibir a los nacidos dioses.


        Figura 13. La Hora de la primavera en la pintura de Botticelli. Imagen extraída de la web Wikipedia.


De esta manera, el pintor florentino nos regala una pintura preciosa llena de simbolismo: Venus es símbolo tradicional de amor, fertilidad y sexualidad. Esta fertilidad se representa con la llegada de la diosa sobre la concha, empujada por el amor entre el viento y las flores. Toda la escena se cubre con diferentes tipos de flores recordando una y otra vez la intención de su creador. Tan solo nos queda entrar en los detalles ocultos de esta obra.


¿Qué secretos esconde esta pintura?

Para desentrañar los secretos y curiosidades de esta obra, me he servido de un libro, Los secretos de las obras de arte (1997), de los historiadores Rainer y Rose-Marie Hagen, editado por Taschen.

En primer lugar, hay que destacar que era la primera vez en 1000 años que no se veía un desnudo a tamaño natural, y mucho menos el cuerpo desnudo de una mujer. El primer desnudo del Renacimiento, el David de Donatello (tienes la imagen más arriba), esculpido en bronce, había sido modelado a partir de un modelo natural. Desde entonces, tuvieron que pasar más de 50 años para ver otro desnudo, prueba del tabú cristiano que existía sobre la presentación del cuerpo humano sin ropa. De esta manera, Botticelli nos presenta a Venus/Afrodita, celebrando con su cuerpo desnudo el retorno al arte clásico en la Florencia renacentista.

Estamos ante una escena pagana pintada por un hombre religioso, cuyo taller producía obras casi exclusivamente religiosas para satisfacer la demanda de la Iglesia y los ciudadanos más devotos. Las obras religiosas, al igual que sucedía durante la Edad Media, integraban la práctica totalidad de la producción artística de la gran mayoría de artistas, al menos de aquellos que querían ganarse la vida y ser reconocidos en el gremio.

Fiel a la recuperación del canon de belleza clásico (figs. 14 y 15), inventado por Policleto y Praxíteles (escultores griegos), Botticelli coloca a su Venus en contraposto, siguiendo un canon muy utilizado en época clásica pero que más tarde cayó en el desuso y el olvido, hasta la llegada de esta obra. El canon de belleza, creado por Policleto, establecía la altura perfecta de una escultura, siete cabezas. Nuevamente, se recuperaría el canon de belleza clásico y sigue siendo muy utilizado en la actualidad (al menos, la actualidad del libro, que corresponde a finales del siglo pasado).


        Figura 14. El canon de belleza de Policleto. Imagen extraída de la web Dicción Arte. Puedes obtener más información en la misma web.


        Figura 15. El Doríforo, copia romana de la obra original (perdida) de Policleto (450-440), Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Imagen extraída de la web del MANN. Puedes obtener más información en la web del mismo museo.

Una lluvia de rosas acompaña a la diosa del amor y, según la fábula del poeta Anacreonte, el primer rosal brotó cuando la diosa puso el pie en la tierra. Una rama de rosas de rojo pálido se enreda alrededor del cuerpo de la joven que espera a Venus en la orilla. Las anémonas a sus pies y el manto recubierto de flores de aciano aluden a la Hora de la primavera, época en la que Venus hace renacer el amor y la belleza tras el duro invierno.

Otra curiosidad: Afrodita es la diosa de la fertilidad adorada por los griegos y su correspondiente en el panteón romano es la diosa Venus. Con la victoria del cristianismo su popularidad cayó en desgracia, convirtiéndose en la encarnación por excelencia de la lujuria y la vida en pecado. Sin embargo, Botticelli, conocedor de los modelos iconográficos religiosos y amante de los mitos clásicos, reutilizó el suave y bello rostro de Venus para su retablo de San Bernabé (fig. 16), pintado hacia 1487, uno o dos años después de pintar a Venus, estableciendo el vínculo entre una figura pagana y otra cristiana. De hecho, vamos más allá: algunos tradicionales atributos de Venus, como las rosas, se asociaron a la Virgen María durante la Edad Media. Lo mismo se puede decir de la concha que transporta a Venus: este símbolo pagano de fertilidad y placer de los sentidos enmarcaba la cabeza de la Madonna en el retrato de San Bernabé, simbolizando la virginidad. Y es que, en aquella época, se creía que las conchas eran fecundadas por el rocío. La ambivalencia de estos símbolos indica que existen puntos en común entre las figuras femeninas más importantes de cada mundo.


        Figura 16. Pala de San Bernabé, obra de Sandro Botticelli (1487), Galería Uffizi. Imagen extraída de la web Wikipedia.

Otra curiosidad: no estamos ante un típico óleo de tabla, sino un temple sobre lienzo, el primero en este formato de gran tamaño conocido en toda la Toscana. Aunque Botticelli empleaba las pinturas al temple al igual que muchos otros compañeros, este disolvía los pigmentos en un mínimo de materia grasa, consiguiendo los mejores resultados: de esta manera, el lienzo ha conservado su elasticidad y firmeza hasta nuestros días y la pintura apenas presenta fisuras.


Webgrafía
  • Sobre las páginas web que he utilizado ya he ido dejando sus respectivos enlaces en los pies de foto o durante la narración de los hechos; me da una pereza tremenda ir de uno en uno citando cada web en esta sección, por lo que las fuentes las tenéis, aunque no estén citadas como Dios manda, cosa que me la viene a sudar un poco. Hala, hasta luego.

Bibliografía
  • Gombrich, E. H. (2008). La historia del arte (16ª ed.). Phaidon Press Limited.

  • Hagen, R., & Hagen, R.-M. (2016). Los secretos de las obras de arte. TASCHEN.

  • Zöllner, F. (2015). Botticelli. Prestel.

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