Maximino el tracio: la recta final de la historia de Roma.
Tras la trágica, inmerecida y violenta muerte del que sería el último de los emperadores pertenecientes a una dinastía, nuestro emocionante viaje por la historia de Roma llega a su último tramo. En esta lluviosa mañana de domingo, sentado en mi silla con ruedas (que no silla de ruedas, no es lo mismo, no asustarse chavales), vengo a hablaros del reinado del señor Maximino de Tracia, el predecesor de Diocleciano, un nombre que os sonará por pertenecer al final de la historia del imperio. Veamos qué pasó con el tracio.
Cayo Julio Vero Maximino fue un agradable sujeto que reinó entre los años 235-238 d.C. Hijo de campesinos, es considerado el primer emperador de origen ''bárbaro'' y el primero que nunca jamás, estuvo en Roma. O sea, que alguien me explique como un emperador de Roma nunca estuvo en Roma, porque creo que me va a dar algo. Total, que llegó al trono siendo un soldado y su reinado, podríamos decirlo así, marca el inicio de la tan conocida ''crisis del siglo III'', la cual se cuenta entre las causas del final del imperio romano de Occidente. Como dato curioso, añadir que sufría de una enfermedad llamada gigantismo, o sea, lo contrario al enanismo. Con esto, tenemos al emperador más alto de la historia, midiendo sus buenos 2,59 metros de altura. Menuda bestia parda. Evidentemente, ya os pdoéis hacer una idea de cómo ganó fama. Gracias a Alejandro Severo, iba subiendo puestos e iba a las guerras importantes, contra los partos o los germanos, esta última siendo la campaña durante la cual, Severo es asesinado y, automáticamente, los soldados proclaman un nuevo emperador, la bestia tracia.
Por muy querido que fuera por los soldados, sus relaciones con el Senado y la clase patricia nunca fueron demasiado positivas. Encima, para rizar el rizo, cambio la política anterior declarando a los cristianos como enemigos públicos, quienes empezaron a ser perseguidos y asesinados. Nombró sucesor a su hijo Máximo (Decimo Meridio, comandante de... perdón, ya paro), con la esperanza de volver a una nueva dinastía imperial y, más tarde, se fue a repartir leña contra los dacios y los sármatas. Para poder financiar a sus amigos soldados, aumentó los impuestos a la nobleza, lo que no hizo sino generar más descontento y todas estas cosas que ya nos sabemos que ocurren en Roma.
En el 238, a raíz de unas acusaciones falsas a un funcionario para sacar dinero a los africanos, se montó una revuelta del copón y, los propios habitantes del lugar, proclamaron un emperador nuevo así por la cara, llamado Gordiano I. El Senado romano, queriendo deshacerse de Maximino, se puso de parte del gordito y declaro al primero como enemigo público. Para más inri, la población italiana, estaba ya cansada de dar de comer al ejército, por lo que se sumaban aún más problemas. Al final, todo terminó con Gordiano suicidándose porque su hijo murió defendiendo la ciudad africana en un ataque enemigo y hala, fin de la historia. A ver qué le pasó a Maximino.
El final de este emperador aconteció durante un asedio a la ciudad de Aquilea, mientras el Senado, pasando de todo, nombraba a dos nuevos emperadores, Pupieno y Balbino, para eliminar al otro. Al final, sin comida en las tropas y con mucho cansancio encima, sus propios soldados se amotinaron y nada, que les cortaron las cabezas a Maximino y a su hijo Máximo. Enviaron las dos cabezas a Roma y ahí quedó todo.
Hala, fin.
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