Nueva Constitución y la alternancia Serrano-Prim.



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Tras el final del sistema liberal isabelino a raíz de la revolución de 1868, al año siguiente, se instaura un gobierno provisional, en el que estaban representados progresistas y unionistas. Sus primeras acciones, se encaminaron a legitimar su poder ante la población y frenar más actos revolucionarios. Entre las nuevas medidas para esto, destacan el sufragio universal masculino y las libertades de imprenta, reunión y asociación. La política económica, era de marcado corte liberal. La apertura al comercio internacional, recibió un fuerte impulso con la rebaja de los aranceles aduaneros y, para modernizar el país, se estableció una moneda oficial, la peseta. Asimismo, se redactó un nuevo texto constitucional. La Constitución de 1869 trató de plasmar las principales ideas políticas que condujeron a la revolución de 1868, consagrando los principios del liberalismo democrático. También, se describía una amplia declaración de derechos y libertades. Se proclama la soberanía nacional, se establece un sistema bicameral (Congreso y Senado), en que el poder legislativo sobrepasa al monárquico, aunque este mantiene la potestad de nombrar ministros y disolver las cámaras. Los artículos más destacados, fueron el de la forma de gobierno (monarquía democrática) y la libertad religiosa, donde se recogía la necesidad de separar Iglesia y Estado, una medida radical que, entre problemas con los bienes y la libertad de culto, propició la creación de la Asociación de Católicos, apoyada por el carlismo. No obstante, la Constitución no llegó a decretar la separación total entre Iglesia y Estado, ya que era necesario mantener económicamente al culto y el clero. En general, este espacio de tiempo será conocido como Sexenio Democrático, y comprende desde el triunfo de la revolución del 68, hasta el inicio de la Restauración Borbónica en 1874. 

El periodo que queda entre la aprobación de la Constitución y la llegada de Amadeo I, está marcado por una cierta estabilidad, en que surge la figura de Francisco Serrano como Regente y Juan Prim en la jefatura del gobierno. La falta de soluciones a los problemas del país, hacen que determinados sectores se distanciesn del nuevo régimen político, tales como el déficit de Hacienda, el aumento del bandolerismo y los motines de protesta o el librecambismo. Había ciertos aranceles que iban en contra de los intereses de la burguesía industrial, que terminó convirtiéndose en un grupo de presión, sobre todo en Cataluña, creando asociaciones como la Liga Proteccionista. A esto hay que sumarle los problemas políticos: los principales movimientos de protesta, venían de los republicanos y los carlistas. La frustración de los republicanos se plasmó en un pacto nacional de carácter federalista. El federalismo llevó a los republicanos a un levantamiento en octubre del 69. Por su parte, los carlistas habían visto en la expulsión de Isabel II, una oportunidad para reclamar sus derechos al trono. Al final, terminaron también sublevándose, siendo dirigidos por Don Carlos, que sufrió una derrota a manos de los leales al régimen y tuvo que huir a Francia. En España no había monarca y ese era el asunto principal a resolver. Descartada la dinastía de los Borbones por la propia revolución y por los deseos del general Prim, el empeño llevó a un recorrido por las casas reales europeas, provocando entre otros motivos, la guerra franco-prusiana de 1870, por la pretensión al trono español, del príncipe Leopoldo. Finalmente, se decidieron por Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia Víctor Manuel. De todas formas, la división entre los partidos de gobierno, siempre existía.

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