Las Guerras Médicas (parte 4)
Imagen extraída de: https://curiosfera-historia.com/batalla-de-salamina/
La batalla de Salamina
Tras la gloriosa derrota de las Termópilas, griegos y persas volvieron a verse las caras en un combate naval en el cual, Grecia entera infligió una derrota aplastante al invasor persa. Por tierra y mar, el rey persa Jerjes movilizó grandes cantidades de soldados contra las principales ciudades que se alzaban liderando a los griegos: Atenas y Esparta. En las Termópilas, 300 hoplitas espartanos se sacrificaron, ganando un tiempo precioso para el reagrupamiento de las tropas. Sin embargo, no se sacrificaron en vano, sumado a las violentas tormentas que hicieron naufragar numerosos barcos enemigos. Mientras tanto, Temístocles había conducido a su flota griega a la victoria en la batalla de Artemision. Cuando recibió la noticia de la derrota espartana, se retiró a un punto seguro: la isla de Salamina. Para obtener la victoria definitiva sobre Atenas, Jerjes debía derrotar al ejército griego en tierra, por lo que una victoria sobre la flota griega era necesaria. Como Temístocles había predicho años antes, la batalla decisiva contra el invasor, tendría lugar en el mar. Mientras Jerjes se aproximaba al estrecho istmo que conecta el norte de Grecia con el Peloponeso, espartanos y otros pueblos construyeron murallas y posiciones defensivas. Temíscoles demostró su verdadero genio militar enviando un esclavo, llamado Sicino, a Jerjes con información falsa. Sicino comunicó a Jerjes que existían diferencias entre los aliados griegos, al tiempo que señalaba que la moral helena estaba menguando. De hecho, el esclavo afirmó que el propio Temístocles era partidario de Jerjes y deseaba una gran victoria persa. Jerjes mordió el anzuelo y debilitó sus fuerzas al enviar un escuadrón de naves egipcias para cubrir posibles rutas de huida. El rey persa solo tenía que enfrentarse a 300 naves griegas con sus 400 navíos en las estrechas aguas de Salamina. Temístocles, por su parte, desplegó a los atenienses y los corintios a la izquierda, y a los eginetas y espartanos a la derecha, esperando atraer a los persas a las aguas poco profundas próximas a la bahía de Eleusis.
Al aproximarse los persas, la mayoría de trirremes griegos quedarían ocultos en una isla próxima. Con el fin de atraer a los persas a su perdición, Temístocles ordenó a los 50 trirremes corintios bajo mando que izaran velas y fingieran una retirada. Los trirremes persas, construidos para combatir en mar abierto, se verían imposibilitados para maniobrar en el estrecho, ya que eran más pesados que los griegos y se elevaban más sobre el agua. La mañana del 20 de septiembre del 480 a.C. Jerjes contempló Salamina desde tierra. Cuando la batalla empezó, los remeros griegos empezaron a cantar himnos al dios Apolo, mientras los persas estaban más ocupados en perseguir a los corintios, los cuales había iniciado la maniobra de falsa de retirada, tal como había ordenado Temístocles. Cuando los capitanes persas se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, ordenaron la ciaboga, es decir, la vuelta en redondo a las naves. Sin embargo, las naves que iban detrás de estos no tenían a dónde ir, lo que sumió la flota en el caos. El superior número de los persas se había convertido en un estorbo, más que en una ventaja. Las filas de trirremes griegos maniobraron ordenadamente para rodear a los desconcertados enemigos, y sus espolones de bronce destrozaron las quillas persas.
La flota persa sufrió graves daños en Salamina: Jerjes perdió 200 trirremes, la mitad de su flota, frente a los 40 navíos griegos. Tras este desastre, el rey persa tuvo que retirarse a lugar seguro, por temor a que los griegos navegaran hacia el norte y destruyesen los puentes que los persas habían construido sobre el Helesponto, cortando su ruta de aprovisionamiento. De todas maneras, aún quedaban batallas por librar en esta guerra. Cuando Jerjes se retiró, dejó a su general Mardonio al mando de 300.000 soldados. La primavera siguiente, los persas tomaron Atenas de nuevo, pero ese mismo verano, los ejércitos combinados de espartanos y atenienses rechazaron a Mardonio, enviándolo al norte y derrotándolo definitivamente en Platea en septiembre. En ese mismo mes, una flota griega dirigida por el general Jantipo de Atenas (no es el mismo que participaría con Cartago siglos después), derrotó nuevamente a los persas en Mícala.
FIN
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