Introducción a la Edad Media: el final del Imperio Romano de Occidente (parte 1)
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El imperio romano de Occidente cayó en el año 476 d.C. Roma perdió todo su poder y vasto territorio cuando Odoacro, caudillo de los hérulos, saqueó la ciudad y depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, del cargo. Sin embargo, este fue el evento final; la caída del imperio, fue resultado de un largo proceso en el que hubo otros muchos eventos de relevancia. Entre algunas de las causas, hay que señalar las fuerzas con que el imperio había podido ejercer un control efectivo sobre Occidente. Algunos historiadores modernos, mencionan factores como los siguientes: la efectividad y tamaño del ejército, la salud y tamaño de la población romana, la economía, la capacidad y competencia de los emperadores, las luchas internas por el poder, los cambios religiosos y la eficacia de la administración civil. Por otra parte, el aumento de la presión de los bárbaros, ajenos a la cultura romana, contribuyó en gran medida al colapso del imperio.
Eventos significativos
En primer lugar, en el año 117 d.C. el imperio alcanzó su mayor extensión territorial y, en el año 284, Diocleciano subió al trono imperial. Las pérdidas territoriales eran notorias, empezando con la invasión de los godos y otros pueblos bárbaros en el 386. En el 395 falleció el emperador Teodosio I, dejando un ejército desorganizado y un imperio sin control, dividido entre sus hijos, los cuales se mostraron incapaces de gobernar. Para el año 476, el emperador ejercía un control inefectivo sobre los dispersos territorios occidentales. Los invasores bárbaros establecieron su propia autoridad en la mayor parte del imperio, aunque ya no fuesen considerados bárbaros, habiendo recibido la ciudadanía romana por el Edicto de Caracalla. El mismo Flavio Odoacro era un ciudadano romano nacido en Panonia (actual Hungría y países colindantes).
La Batalla de Adrianópolis (378 d.C.), supuso uno de los mayores desastres militares en la historia de Roma desde Cannes. En ella, se enfrentaron los 20.000 soldados del emperador romano de Oriente, Julio Valente, contra una fuerza menor de godos, dirigidos por el caudillo Fritigerno. Los romanos perdieron dos tercios del ejército y, peor aún, en la contienda murió el emperador. Una de las consecuencias más inmediatas, fue el cambio en la estructura del ejército romano. Durante siglos, Roma venía utilizando la clásica división militar en legiones. A partir del desastre táctico de Adrianópolis, se le empezó a otorgar mayor importancia a la caballería. Tras la batalla, los visigodos fueron plenamente conscientes de su fuerza y siguieron extorsionando a los romanos cada vez que les interesaba. El caudillo que más lejos llegó con esta política, fue Alarico I, que llegó incluso a ocupar un cargo importante en el gobierno de la Roma oriental. Los constantes problemas entre Alarico y sus vecinos occidentales (que no reconocían el gobierno de Oriente ni el de Alarico sobre la región de Iliria), llevaron al general a saquear Roma en el año 410 d.C. Finalmente, el caos ocasionado por los godos en Adrianópolis, fue aprovechado por los hunos para cruzar el Danubio y seguir con la práctica de saqueos y extorsiones, al igual que habían hecho los visigodos. Cuando Atila llegó al trono en el 434, esta práctica era algo común entre su pueblo, y Atila fue el que llevó al máximo esta política, acelerando la caída del Imperio Romano.
Existen otras fechas y eventos que supusieron la primera piedra que desencadena la avalancha, como la famosa crisis del siglo III, la invasión del río Rin en el 406 d.C., el saqueo de Roma en el 410, etc. Todos estos acontecimientos iniciaron la decadencia y lenta muerte del Imperio de Roma. Los historiadores que más se centraron en estas cuestiones, fueron Edward Gibbon y Theodor Mommsen. Por su parte, Arnold Toynbee y James Burke sostienen que, en conjunto, la era imperial fue una decadencia constante, sobre todo, para las instituciones fundadas durante la República.
Causas e historiografía
Según Gibbon, una de las causas fue la aparición del cristianismo, que sin ser motivo principal, contribuyó al deterioro interno del imperio. El historiador Henri Pirenne entendía la caída de Roma, no en el sentido de la pérdida del poder que tenía el emperador sobre sus territorios en Occidente, sino como la ruptura de la historia de la Antigüedad. Esto significa que, según Pirenne, el final de la civilización y cultura clásicas, se produjeron en el siglo VIII, con la llegada de las conquistas musulmanas. Igualmente, Pirenne rechaza la noción de que los bárbaros germánicos hubiesen causado el fin del Imperio Romano, señalando que tras el 476, la economía romana en el Mediterráneo seguía funcionando.
Una de las teorías más recientes, señala la transformación de la Edad Antigua en la Edad Media, de forma paulatina a través de la transformación cultural. Teniendo en cuenta la idea de la pérdida de territorios occidentales por parte de las autoridades imperiales, pero también la continuidad cultural (teoría de Pirenne), se ha descrito el proceso de desaparición del Imperio Romano, como una transformación cultural compleja, más que una simple caída.
FIN
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