Reinado de Augusto y conquista de Hispania



Imagen extraída de: https://www.museicapitolini.org/es/opera/ritratto-di-augusto-0


Intento de asesinato del emperador

En el Senado había un hombre llamado Lucio Varrón Murena, autor de la conspiración que tuvo lugar en el año 22 a.C. con el objetivo de asesinar a Augusto. El complot fracasó por la falta de organización de los conspiradores, aunque también por el eficaz trabajo de los espías del emperador. Sin embargo, esto demostró que el emperador no gustaba a todo el mundo en Roma.

A principios del año 22 en Roma, Murena defendió en un juicio a Marco Primo, procónsul que había gobernado en Macedonia. Su delito había sido hacer uso del ejército para iniciar una guerra no autorizada contra un aliado de Roma, los odriseos, solo para ganar fama y dinero. Entre las varias versiones que dio, Primo dijo que el sobrino del emperador, Marcelo, le había dado la orden de atacar. Esta declaración fue muy polémica, ya que era inexplicable que un adolescente de diecinueve años que ni siquiera estaba en el Senado, pudiera dar órdenes a un gobernador provincial que representaba al Senado como institución. Sin embargo, el jurado no podía recurrir a Marcelo porque había muerto hacía poco tiempo, por lo que solo quedaba el propio emperador. A petición del Senado, se presentó en el juicio y negó que su sobrino hubiera mandado a Primo. 

Esto ya era una condena directa para Marco Primo, ya que nadie se atrevía a contradecir al emperador, aunque Murena no se daba por vencido y se atrevió a hacer algunos comentarios irrespetuosos a Augusto. No se sabe si Augusto dijo la verdad o mentía, pero Marco Primo fue condenado a morir. Por su parte, Murena estaba furioso por haber fracasado en su defensa, lo que le llevó a juntarse con Fanio Cepión para orquestar el asesinato. La mayoría de los implicados eran senadores o familiares de estos.

La conjura no llegó lejos gracias a la red de espías de Augusto, los cuales eran sus ojos y oídos por toda Roma. De todas formas, el complot de Murena nunca estuvo bien organizado y con esperanzas reales de éxito. Además, a diferencia de Julio César, Augusto contaba con un nutrido cuerpo de pretorianos y guardaespaldas que velaban por su seguridad. Los conspiradores fueron desenmascarados y, antes de que fueran juzgados, estos huyeron de la ciudad. Como Augusto no quería dejar cabos sueltos, envió a los soldados tras ellos, consiguiendo apresarlos y ejecutarlos. 

Nuevamente, unos conspiradores cometieron el mismo error que con el asesinato de César: pensar que la víctima no gozaría del apoyo y simpatía del pueblo. Además, Augusto era incluso más querido por el pueblo que César. En consecuencia, apenas hubo señales de hostilidad contra el emperador por el juicio de Marco Primo o la ejecución de los conspiradores atrapados. De hecho, era tan popular que se temían las consecuencias de una muerte imprevista por culpa de una de sus frecuentes enfermedades. 


La conquista de Hispania

La primera vez que Octavio estuvo en Hispania, tenía 17 años. Llegó acompañado de Julio César, su tío-abuelo. La conquista que más tarde llevó a cabo el renombrado emperador Augusto, supuso la última etapa en la conquista de Hispania. Tribus como los cántabros, astures y vascones se habían rebelado en el norte del país, la zona más rural y montañosa de Hispania, y la más difícil de conquistar por su geografía. Es por ello que, entre los años 29-19 a.C. tuvieron lugar las guerras cántabras. El propio Augusto tuvo que presentarse allí en el año 27 a.C. enfermizo y débil como estaba. Al sentirse débil se retiró a Tarraco, donde dirigió las operaciones durante 2 años. 

Las guerras cántabras fueron los  primeros conflictos bélicos ocurridos en Hispania en los que intervino el emperador. Desde el año 50 a.C. solo los cántabros y astures mantenían su independencia frente a Roma. Las regiones de Asturias y Galicia quedaban dentro de la provincia de Lusitania, mientras Cantabria pertenecía a la Hispania Citerior, bajo el control directo de Augusto. Especialmente Cantabria no había sido pacificada todavía, por lo que fue a partir del año 26 cuando Roma empezó a enviar mayores contingentes de soldados. Los cántabros se habían acostumbrado a las razias sobre los vacceos, turmógidos y autrigones, pueblos bajo el control romano. Esta es una de las posibles razones por las que Roma intervino en el norte peninsular. Roma estaba en un mal momento económico, ya que estaba envuelta en las guerras contra Mitrídates, los desastres ocasionados por las guerras civiles y los gastos que había generado Marco Antonio en Oriente. La primera intervención romana al norte de la Meseta, la protagonizó el general Estatilio Tauro, enviado con imperium por parte del emperador para someter a cántabros, astures y vacceos. En años sucesivos Calvisio Sabino y Sexto Apuleyo consiguieron sendas victorias. Sin embargo, no fueron de mucha importancia estos avances, ya que sirvieron de poco frente a los cántabros, lo que llevó al mismo Augusto se trasladara a Hispania al frente de sus ejércitos, iniciando una importante campaña en el 26 contra este pueblo. 

Astures y cántabros eran muy buenos en la guerra de guerrillas, pequeñas escaramuzas en las montañas en forma de emboscadas, evitando el enfrentamiento directo sobre los romanos, ya que los nativos eran conscientes de su inferioridad numérica, inferior armamento y el descomunal poder de los legionarios en campo abierto. Los nativos conocían mucho mejor el terreno abrupto y montañoso, lo que les permitía efectuar ofensivas rápidas y sorpresivas mediante el uso de armas arrojadizas, ataques de gran movilidad y un rápido repliegue que causaron graves daños a las filas romanas. En el año 26, Augusto llegó a Hispania y dividió su ejército en dos: el mayor contingente atacaría a los astures, los más numerosos, mientras el segundo grupo se encargaría de los cántabros. También participó la marina romana, que llegó a costas cántabras desde Aquitania y desembarcó en Suances (municipio de Cantabria). Esta acción fue determinante en el conflicto, ya que permitió rodear a los cántabros. En total, el ejército romano empleó unos 70.000 soldados, cifra que varía en función del historiador de turno. Es posible que la cifra fuera incluso mayor, teniendo en cuenta las reformas militares de Cayo Mario. Sin embargo, un año después de haber llegado, Augusto tuvo que retirarse a Tarraco, debido a su constitución débil y enfermiza. La contienda duró más de 10 años. Personalmente, Augusto dirigió solo dos campañas, esta y la desarrollada contra los ilirios entre el 35-33 a.C.

Con la conquista de Galicia y Asturias, la guerra parecía terminada, aunque en el año 24, cántabros y astures reanudan las hostilidades, aunque con sus fuerzas gravemente debilitadas. El gobernador de la provincia Tarraconense, Elio Lamia, llevó a cabo una cruel represión contra estos pueblos, ya que habían atacado a las tropas romanas atrayéndolas a una emboscada bajo la promesa de provisiones. El nuevo gobernador, Cayo Furnio, sometió a los dos grandes enemigos. Posteriormente, este acudió con ayuda del legado de Lusitania para pacificar a los astures. Las principales batallas tuvieron lugar entre el 26-22 a.C. destacando las batallas de Peña Amaya y Monte Bernorio, estando presente el mismo emperador; la batalla de Lancia, en la cual un gran ejército de astures fue derrotado y el asedio de lugares como el Monte Vindio y el Monte Medulio, en los cuales la mayoría de cántabros refugiados prefirieron morir de hambre y frío, o suicidarse antes que ser esclavizados. 

Finalmente, el Imperio romano optó por no hacer prisioneros, arrasando a los cántabros, además de la costumbre entre los cántabros de suicidarse antes que rendirse. La guerra terminó en el 19, aunque posteriormente siguió habiendo rebeliones menores. La región fue devastada y los castros destruidos e incendiados. Roma quiso imponer su cultura y reformas, aunque no tuvo demasiado éxito debido al fuerte carácter de los pueblos cántabros.


FIN



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