Reinado y muerte de Nerón
La conjura de Pisón
El político Cayo Calpurnio Pisón fue el líder de una de las conspiraciones dirigidas a derrocar a Nerón. Pisón ambicionaba ocupar el trono imperial, por lo que empezó a conspirar contra el emperador tras el terrible incendio de Roma del año 64 d.C. Tras este incendio, Nerón se enfrentaba a graves problemas financieros generados por la reconstrucción de la ciudad y de su propia residencia imperial, la llamada Domus Aurea. A los problemas económicos hay que sumar las extravagancias y el reinado del terror que había instaurado el mismo Nerón, lo que a su vez propició asambleas secretas entre personas que esperaban ver caer al emperador. En la conspiración de Pisón se juntaron numerosos senadores, caballeros, militares e incluso familiares de Nerón, como el poeta Lucano, molesto por la prohibición de publicar sus obras por parte del emperador. Cayo Calpurnio Pisón formaba parte de una familia aliada con otras grandes familias de la aristocracia romana. Los conjurados decidieron apuñalar a Nerón el 19 de abril del 65, cuando el emperador asistiese al Circo Máximo para los juegos en honor de Ceres, diosa de la agricultura. Sin embargo, uno de los conjurados fue delatado por su liberto, quien también acusó a otro participante y, finalmente, ambos conspiradores fueron interrogados por separado y amenazados de sufrir tortura. Numerosos nombres salieron a la luz, entre los que se encontraba el de Séneca. Aunque este no estaba implicado en el complot, fue denunciado igualmente para dar a Nerón un pretexto para eliminarlo.
Como consecuencias, Nerón obligó a Pisón a suicidarse, así como al cónsul Plaucio Laterano y al mismo Séneca, que se cortó las venas. El poeta Lucano también se suicidó y numerosos miembros de la conjura fueron exiliados.
Guerra con Partia
Tras subir al trono, Nerón envió un ejército a Partia, debido a que el reino vasallo de Armenia sustituyó a Radamisto, rey iberio, por un príncipe parto, Tiridates I. Los romanos consideraron este cambio como una amenaza a un territorio romano, por lo que allá fueron los soldados a las órdenes de Cneo Domicio Corbulón. Los partos rápidamente huyeron y cedieron temporalmente el control de Armenia a Roma. La paz no duró mucho y la guerra llegó a nuevas cotas en el 58. El rey parto Vologases I se negó a retirar a su hermano Tiridates del trono armenio, e incluso inició una invasión en este territorio. Corbulón rechazó eficazmente a los enemigos de Roma. En el año 62, Tigranes invadió la provincia parta de Adiabene y, nuevamente, Roma y Partia se encontraron en guerra, prologándose hasta el año siguiente. Aunque Corbulón trató de convencer a Nerón de seguir la guerra, este optó por un acuerdo de paz. El resultado de las negociaciones fue que Tiridates se proclamaba rey de Armenia. En el futuro, el rey de Armenia sería un príncipe parto pero coronado por el emperador romano. Tiridates tuvo que viajar a Roma para ser coronado por Nerón. El pueblo agardeció con creces a Nerón el haber ahorrado el gasto económico y humano, por lo que esta fue considerada una victoria militar y política, aumentando la popularidad de Nerón en Oriente y entre los partos. La paz entre Roma y Partia se mantendría hasta el 114, cuando el emperador Trajano invadió Armenia.
Rebeliones
Aunque bajo Nerón Roma se mantuvo relativamente pacífica, las provincias más alejadas del imperio no estuvieron exentas de algunas rebeliones importantes, como la de la reina britana Boudica. Nerón fue uno de los pocos emperadores que pudo cerrar las puertas del templo de Jano, el dios del principio y el fin. Su templo se encontraba en el foro romano y sus puertas se cerraban cuando Roma estaba en tiempos de paz. Sin embargo, los ejércitos romanos se encontraban casi siempre en guerra en el extranjero, por lo que las puertas del templo siempre permanecían abiertas. Solo 3 emperadores romanos pudieron llegar a cerrarlas durante un tiempo: Augusto, Vespasiano y Nerón. En el año 60, mientras el gobernador de Britania Cayo Suetonio Paulino estaba conquistando la isla de Mona (Anglesey), las tribus britanas encabezadas por la reina Boudica se rebelaron contra Roma. Boudica destruyó tres ciudades antes de que el ejército de Suetonio pudiera volver y sofocar la rebelión en la batalla de Watling Street, en el año 61.
Por otra parte, en el año 66 estalló la revuelta de Judea, debido a la creciente tensión religiosa entre griegos y judíos. Al año siguiente Nerón envió a quien años después sería emperador, el general Vespasiano, a sofocar la revuelta. Vespasiano consiguió reprimir a los judíos en el año 70, 2 años después de la muerte de Nerón. Durante el conflicto, los romanos destruyeron Jerusalén, destrozaron su gran templo y masacraron a la población. A los supervivientes los vendieron en mercados de esclavos por todo el imperio. Este fue el inicio de la llamada Diáspora (dispersión de los judíos como pueblo errante y sin patria).
Otra rebelión importante fue la de Cayo Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunensis. Vindex se rebeló contra la política fiscal de Nerón y este envió a Lucio Verginio Rufo, gobernador de Germania, a sofocar la revuelta. Con el objetivo de captar aliados, Vindex solicitó el apoyo de Galba, gobernador de la Hispania Tarraconense, pero Rufo terminó derrotando a Vindex y este se suicidó. Galba fue declarado enemigo público.
El incendio de Roma
El hecho más conocido del reinado de Nerón fue el famoso incendio de Roma. Durante la noche del 19 de julio del 64, se declaró en Roma un incendio que devastó gran parte de la ciudad. El fuego empezó al sureste del Circo Máximo. El fuego se extendió rápidamente y duró 5 días. Se destruyeron por completado 4 de los 14 distritos de Roma y otros 7 quedaron muy dañados. En cuanto a la causa del incendio, sigue habiendo debate sobre si fue accidental o premeditado. Los historiadores Suetonio y Dion Casio afirman que fue el propio Nerón quien lo causó con el objetivo de reconstruir la ciudad a su gusto. Por su parte, Tácito menciona que algunos cristianos se declararon culpables del delito (aunque este confesión podría haber sido dada bajo tortura) y, como resultado, otros tantos cristianos fueron detenidos. Lo cierto es que en la antigua Roma los incendios eran frecuentes. Suetonio y Casio afirman que mientras Roma ardía, Nerón tocaba su arpa y cantaba. A raíz del incendio, Nerón desarrolló un nuevo plan urbanístico en el cual planeaba construir su Domus Aurea y, para conseguir los fondos necesarios, aumentó los impuestos en las provincias imperiales. Tácito cuenta cómo la población buscaba un chivo expiatorio para desatar su ira, por lo que empezaron a circular rumores de que Nerón era el responsable. Para alejar estas sospechas de sí, el emperador acusó a los cristianos y ordenó que algunos fueran arrojados a las fieras del Coliseo, mientras que otros fueron quemados vivos y crucificados. Esta es considerada la primera persecución cristiana, en la que murieron los apóstoles San Pedro y San Pablo.
Muerte de Nerón
En el año 68, el Senado votó que Galba fuera proclamado emperador y declaró enemigo público a Nerón. La guardia pretoriana, bajo el soborno del prefecto Cayo Ninfidio Sabino, capturó a Nerón y le obligó a suicidarse. Nerón murió sin dejar herederos y esto, en lugar de traer estabilidad al imperio, desató un ciclo de guerras civiles conocido como el año de los 4 emperadores. Los sucesores de Nerón combatían entre sí por el poder y fueron sucediéndose hasta que Vespasiano fue proclamado emperador, comenzando la que sería la segunda dinastía imperial en la historia de Roma: la dinastía Flavia. Tras la muerte de Nerón, el pueblo romano celebró el fin del mismo. El nombre de Nerón fue eliminado de ciertos monumentos, aplicándosele la llamada damnatio memoriae, en la cual las imágenes de Nerón fueron reelaboradas para representar otras figuras, como forma de demostrar que el emperador había caído en desgracia de forma póstuma. La damnatio memoriae literalmente significa ''condena de la memoria''. Era una práctica romana consitente en condenar el recuerdo que tanto Senado como pueblo tenían de una persona. Se procedía a eliminar todo cuanto quedara del recuerdo de dicho individuo: inscripciones, retratos e incluso se podía llegar a prohibir la mención o uso de su nombre.
FIN
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