El imperio napoleónico



Imagen extraída de: https://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Bonaparte


Durante el Consulado, el poder ejecutivo recaía en 3 cónsules, aunque en la práctica se concentraba en uno solo, Napoleón, que fue adquiriendo más y más poder hasta ser proclamado cónsul vitalicio. Finalmente, Napoleón se autoproclamó emperador en 1804. Durante su mandato, instauró un gobierno despótico, controlando con mano férrea la oposición radical. Entre sus políticas más importantes destacaron la aprobación del Código Civil, un conjunto de leyes que ponía fin a las instituciones del Antiguo Régimen: se abolían los privilegios y la servitud, se establecía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, se protegía la propiedad privada, se proclamaba la separación entre Iglesia y Estado, se permitía el matrimonio civil y se defendía la educación secular. Otras acciones que Napoleón llevó a cabo fueron la firma de un concordato con el Papa, por el cual se aceptaba la religión católica a cambio de que la Iglesia no reclamara las tierras expropiadas; además, se permitía el retorno de la nobleza exiliada.

En el exterior, Napoleón persiguió una política de conquista y en 1810 había creado un imperio que lo convirtió en el amo de la mayor parte de Europa. El imperio napoleónico contaba con numerosos territorios anexionados, como Bélgica, Luxemburgo, Holanda, parte de Italia y una franja de la actual Alemania. Alrededor de este núcleo estableció una serie de estados satélites, dependientes de Francia y regidos por miembros de su familia, como ocurrió en España, el Ducado de Varsovia, parte de Italia (un ejemplo fue el reino de Nápoles) y la Confederación del Rin. Finalmente, obligó a estados como Prusia, Austria, Dinamarca o Suecia a firmar alianzas. Fuera de sus dominios quedaban Portugal, Reino Unido y Rusia. Para intentar apoderarse de estos territorios, Napoleón utilizó el bloqueo económico de toda Europa continental contra Reino Unido y el conflicto armado contra Rusia. No obstante, no pudo con el poder naval inglés y la gran extensión del imperio ruso. En los países conquistados se difundieron las ideas revolucionarias, se firmaron constituciones nuevas y se impuso el Código Civil. Pero fueron precisamente las mismas ideas de libertad las que, más tarde, despertarían en aquellos países un sentimiento nacionalista contra el invasor extranjero. 

A partir de 1812, tras la conquista fallida de Rusia y la derrota en España, que había recibido ayuda de Reino Unido, Napoleón fue derrotado en la batalla de Leipzig (1813) por una coalición de potencias europeas unidas contra Francia. Fue exiliado a la isla de Elba en 1814, pero escapó poco después e instauró el conocido como Gobierno de los 100 días. En 1815, Napoleón fue derrotado en la batalla de Waterloo y la monarquía fue restaurada en Francia, con Luis XVIII de Borbón.


Consecuencias de la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico

La Revolución Francesa y el Imperio napoleónico cambiaron profundamente la sociedad y el Estado en Francia y en buena parte de las monarquías europeas. La Revolución puso fin al orden feudal: desaparecieron los privilegios de los grupos estamentales y todos los hombres se declararon iguales y poseedores de derechos inalienables; se aprobaron las constituciones, tanto en Francia como en los países ocupados por Napoleón, que reconocían la soberanía nacional y la separación de poderes; la Revolución generó toda una serie de ideas de democracia real, libertad de prensa, libertad de agrupación y participación política, etc. El Imperio napoleónico impulsó la idea de nacionalismo en Francia y en los países conquistados. En estos países, este nacionalismo se volvió en contra del dominio francés; los principios de igualdad, libertad y fraternidad, que inspiraron la Revolución Francesa, calaron profundamente en la sociedad en su lucha contra la injusticia y estuvieron presentes en otras revoluciones dentro y fuera de Europa, como en la independencia de las colonias españolas en América; durante la República y el Imperio napoleónico se llevó a cabo una reforma agraria que permitió la creación de un campesinado de clase media. Además, la protección de la propiedad privada favoreció, en Francia, la futura industrialización. 

No obstante, ni la Revolución ni Napoleón pudieron resolver algunos problemas: aunque el sufragio universal llegara a aprobarse, nunca se eligió un gobierno mediante este procedimiento. El primer gobierno revolucionario fue elegido por sufragio censitario; después se instauró la semidictadura del Directorio y después de Napoleón, la familia real recuperó el trono. Por este motivo se afirma que la Revolución fue burguesa. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, sin embargo, no estuvieron presentes durante la época del Terror o la dictadura napoleónica. Por otra parte, no se atendieron a los derechos de las mujeres ni los esclavos. Tampoco se puso fin a la gran crisis económica por la que pasaba Francia. Además, Napoleón mantuvo la guerra con un gran coste económico y humano.


FIN

Comentarios

Entradas populares