Evolución del Sacro Imperio: la dinastía Hohenstaufen
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La casa Hohenstaufen (también llamados los Staufen) tomó el poder tras la muerte de Lotario II. Se trató de una poderosa dinastía de emperadores del SIRG, originaria de la región de Suabia. La dinastía se fundó en 1079 y se disolvió en 1268. El primer miembro de la dinastía fue Federico de Büren, que no hizo nada más reseñable. Su hijo Federico I le sucedió y se convirtió en primer duque de Suabia. Se casó con la única hija de Enrique IV (rey del SIRG a partir de 1056) en 1079.
Los Hohenstaufen intentaron obtener la corona germánica y, desde entonces, mantuvieron una rivalidad constante con los Güelfos. Algunos de los Staufen se convirtieron en emperadores del Sacro Imperio y en reyes de Alemania. También tuvieron conflictos con el Papado, como ocurrió durante el reinado de Enrique VI, quien se adueñó de Sicilia. En 1268 murió el último de los Staufen, Conradino, quien fue decapitado. A los partidarios de los Staufen se les conoció como gibelinos. Los términos güelfos y gibelinos provienen de las dos facciones que, desde el siglo XII, apoyaron en el SIRG, respectivamente, a la Casa de Baviera (dirigida por los Welfen, de ahí el nombre de güelfo) y la casa de Suabia, dirigida por los Hohenstaufen. Como esta segunda dinastía era propietaria del castillo de Waiblingen, de ahí se extrajo el término gibelino. Este conflicto se extendió también al Papado, siendo apoyado por los güelfos contra el emperador del SIRG, que era poyado por los gibelinos. Nuevamente encontramos el clásico conflicto medieval entre Corona y Papado, ya que ambas potencias representaban los dos poderes universales para dominar Europa.
Uno de los monarcas más poderosos y conocidos de la familia Staufen fue Federico I Barbarroja, quien reinó entre 1155-1190. Su gobierno estuvo marcado por una política expansionista, la lucha contra los estados italianos y el enfrentamiento con el Papa. Barbarroja intentó restaurar el poder imperial en la península itálica, enfrentándose a la Liga Lombarda y al Papa Alejandro III. Barbarroja fue un hábil administrador que reforzó la autoridad imperial sobre los príncipes alemanes. Murió en 1190 durante la Tercera Cruzada, dejando el trono imperial a su hijo Enrique VI.
Enrique IV consolidó aún más el poder de la dinastía, casándose con Constanza de Sicilia. Su reinado fue breve, aunque fue crucial para la unión del imperio, ya que conjugó el poder del SIRG con el del reino de Sicilia. Tras su muerte, le sucedió su hijo Federico II.
Federico II acercó a su corte a toda una serie de científicos, intelectuales, filósofos y fomentó activamente la cultura en Alemania, atrayendo a eruditos de otras partes de Europa y del mundo islámico. Fue un monarca innovador que promovió reformas administrativas y legales, además se seguir con el eterno conflicto con el Papa. Sin embargo, a pesar de sus conflictos con la Iglesia, logró recuperar Jerusalén sin derramar sangre durante la Sexta Cruzada en 1229, negociando con el sultán de Egipto. Sus continuas disputas con el Papado y los príncipes alemanes debilitaron el dominio de los Staufen y, al morir en 1250, la dinastía entró en un declive definitivo.
El sucesor de Federico II fue su hijo Conrado IV, que intentó mantener el control sobre Alemania e Italia, pero murió 4 años después y el gobierno pasó a su hermanastro Manfredo, que fue derrotado en la batalla de Benevento en 1266, a manos de un aliado del Papa, Carlos de Anjou.
El fin de la dinastía sobrevino con Conrado V, conocido como Conradino, nieto de Federico II. Este emperador trató de recuperar el perdido reino de Sicilia; sin embargo, fue capturado y ejecutado en 1268 tras la fallida batalla de Tagliacozzo.
FIN
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